-Viejooo !! No salgas así. Mirá que en la calle hace mucho frío. El informativo de la radio dijo que hace tres grados y va a seguir bajando...
El anciano la miró con ojos cansados y mansos, porque nunca se podía enojar con ella que lo cuidaba tanto. Se preocupaba demasiado y él aprovechaba esos cuidados para con su salud y se ponía juguetonamente rebelde. Salió a la calle cuando empezaba el informativo en la televisión, que le resultaba insoportable, y en la oscuridad del barrio su figura delgada se deslizó en silencio, como una sombra más sumada a las de los árboles.
Sin importar la temperatura siempre vestía liviano. Una camisa, el saquito de lana que le regalara su hija para su cumpleaños número "no me acuerdo", pantalón oscuro y medias de lana (porque siempre tenía los pies fríos, aunque en el cuerpo nunca lo sintió). Si hasta su calva no la defendía de las inclemencias del tiempo con una mísera gorra, ni helando como en una noche tan fría como ésta.
Antes de llegar al café se arrimó Mario, al cual apenas reconoció bajo la cantidad de ropa que llevaba puesta. Tenía un pasamontañas, sobretodo y con toda seguridad -pensó- calzoncillos largos de friza.
Mario, sin detenerse y sacando bocanadas de vapor al hablar le dijo: -Viejo, estás loco. Tan desabrigado con este frío ? Tené un poco de cuidado, mirá que a mí esa misma locura me hizo pasar un susto padre no hace mucho. Sentí una puntada en la espalda y al rato estaba en el hospital. Tardé dos semanas en fugarme- dijo socarronamente.
El viejo lo miró de reojo mientras pasaba y le contestó - Pero si yo no tengo frío, en serio, no tengo-
Un tanto molesto por el interés de tantos por tan poco, volvió su vista hacia el lejano Café y se puso a caminar lentamente, muy lentamente.
Caminó pocos pasos en realidad, pues sintió un poco de ese frío del que tanto le hablaban. Metió las manos en los bolsillos del pantalón y se dobló un poco como para penetrar a la fuerza esa barrera helada que se interponía en su camino.
¿Por qué ahora el frío? No tuvo tiempo de responderse pues sintió de inmediato algo helado que le penetraba la espalda. -Zas!!-pensó- la puntada de Mario-. Pero para su sorpresa un suave calor comenzó a envolverlo y hasta las baldosas en su cara las sintió confortablemente blandas.
Pronto una luz blanca, muy blanca y el silencio, solo silencio. Como contaban las viejas.
Los vecinos decían que en las noches de frío no hay que salir tan desabrigado, menos aún cuando se es un anciano. La muerte del viejo se caratuló como "Homicidio con arma blanca" Dicen que la puñalada entró rápida y certera por la espalda.
Muerte instantánea...como el café.
Osvaldo Pin
(Mi padre)
(Mi padre)
Tremendo, como la puñalada!!!!. Muy Bueno.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato. Es dulce y desgarrador a la vez.
ResponderEliminarSaludos
;;-)
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